En los tiempos que corren resulta difícil, y casi sorprendente, no haber sufrido estrés alguna vez. Podemos diferenciar dos tipos, el estrés fisiológico, ante situaciones de supervivencia o amenaza que tienen lugar de manera transitoria, y el estrés no fisiológico, continuado, que es el que más preocupa, pues puede dañar la salud. De este modo, el estrés por sí solo no es algo negativo, es una respuesta natural y necesaria, pero si se perpetúa, resulta contraproducente.
Actualmente, el crónico constituye una enfermedad en sí mismo, formando parte, según la Organización Mundial de la Salud, del 12 % del total de dolencias. Para que se pueda considerar dentro de este grupo, la situación de tensión, ya sea física o emocional, tiene que durar un periodo de tiempo de varias semanas o meses.
Principales motivos del estrés
Las causas que pueden conducirnos a este agobio o nerviosismo son infinitas. Dependerán de nuestra forma de ser, nuestra resiliencia, nuestra educación… Es decir, un sinfín de características intrínsecas a nosotros mismos. Sin embargo, existen diferentes motivos, personales o profesionales, ante los que la mayoría de personas experimentan angustia. Algunos de ellos son:
- Problemas financieros: la inseguridad económica es un motivo principal en nuestros días; inseguridad a la hora de hacer frente a los gastos, facturas o imprevistos.
- Problemas de pareja o familiares: ya sea relativo al fallecimiento del compañero de vida, a una ruptura o a discusiones con los hijos.
- Problemas laborales: a causa de perder el trabajo, largos periodos sin empleo, inseguridad laboral, exceso de trabajo o malas relaciones con los superiores o compañeros.
- Problemas de salud: enfermedades propias o de personas queridas o la asimilación de una pérdida.
Cómo afecta el estrés en los dientes
Nuestro organismo sufrirá estragos. Estaremos mentalmente derrotados, forzados y extenuados. El sistema hormonal variará su secreción habitual, incrementando los niveles de cortisol, y los efectos serán palpables en cada parte de nuestro cuerpo, siendo una de ellas la boca.
Sus manifestaciones pueden ser muy variadas; veamos cómo afecta el estrés a los dientes, en concreto:
- Bruxismo: es posible que ni a la hora de dormir nuestra mente descanse. Esto provoca que la mandíbula se deslice de forma constante sobre la dentadura superior, ocasionando el rechinar inconsciente de los dientes.
- Gingivitis: ya hemos dicho que cuando el organismo se enfrenta a este tipo de problemas, produce más cortisol del que debería. Esta hormona tiene, por lo general, una función antiinflamatoria, pero cuando hablamos de las encías, supone un agente estimulante de la inflamación.
- Periodontitis: esta enfermedad de las encías no solo se presenta por ausencia de limpieza, sino también por los valores altos de cortisol. La inflamación prolongada causa destrucción y atrofia del tejido, lo cual puede suponer un problema para el anclaje de las piezas.
- Sequedad bucal y caries: en estos casos, la saliva tiene un pH más ácido, debido a digestiones más pesadas y pobres a causa del nerviosismo; esta acidez ataca directamente al esmalte y disminuye el contenido salivar.
- Aftas y herpes: nuestras defensas se encuentran más debilitadas o menos activas de lo normal. Si a esto le sumamos que la boca es la puerta de entrada de cientos de bacterias, pues… infección.
Además de las causas específicas, hay que resaltar que cuando nos encontramos en situaciones de agobio y ansiedad, tendemos a descuidar la higiene bucal y nos inclinamos hacia un tipo de dietas menos sanas y equilibradas. De este modo, el estrés afecta a los dientes de una manera demoledora, por lo que es necesario ponerle solución.